Durante toda mi vida mi identidad había estado determinada por lo que los demás dijeron de mi, mis familiares, mis vecinos, la profesora de gimnasia, mis compañeros de la escuela, mis amigas. Mis pensamientos acerca de mi misma no podían subir más alto de lo que estas personas ya habían establecido en mi mente como parámetros, algunos buenos y otros malos.
Bajo estas premisas, quedaban determinados mis logros, aciertos y desaciertos. Así que a partir de un punto en mi vida, mi valía como persona comenzó a estar determinada por mis éxitos o fracasos.
Fue hasta que me di cuenta de que estas cosas son tan efímeras, que cuando menos lo pensamos, se derrumban a nuestro alrededor y nos dejan sin tener de donde agarrarnos.
En mi caso, todo se desplomó delante de mi cuando viví la tragedia de un divorcio.
Hasta ese momento, todo iba muy bien desde mi óptica. Había iniciado una revista de arquitectura y decoración llamada “Estilo y Espacios”. Me iba genial. Las ventas seguían creciendo. La revista cada vez tenía más seguidores y a mis clientes les encantaban sus páginas. Vivía una vida que me tenía satisfecha y acababa de vivir la experiencia más hermosa de toda mi existencia; acababa de ser mamá. Me sentía la mamá primeriza, del bebe más hermoso del planeta.
Estaba teniendo éxito desde mis parámetros, y es probable que también desde los tuyos, según lo que te estoy contando.
Es difícil explicar el dolor de un futuro que se desmorona. Para aquellas que han pasado por este camino duro y sin esperanza, pueden comprender mejor a quienes lo hemos vivido. La falta de esperanza, la vergüenza, la soledad, la culpa, la inestabilidad emocional, el miedo, las críticas de quienes pensabas que te amaban y la preocupación excesiva por el futuro de mi hijo, dejaron en mi una gran marca, que más tarde en mi proceso entendí que su nombre era: “Identidad Rota”.
Sentía que una identidad rota era todo lo que me quedaba, y no tenía la menor idea de cómo sanar tanto.
Yo cuestioné a Dios de diferentes maneras, desde el enojo hasta la desesperación. Imagino que Dios no estaba sorprendido por mis sentimientos, mis frustraciones o las preguntas que tenía para él. Así que llegó un punto en el que él me reveló mi identidad rota y comenzó su enseñanza acerca de esto.
Mi valor se había visto envuelto en la vida que yo había construido a mi alrededor y que ahora no tenia.
Quizá esto puede parecerte un punto extraño hasta aquí, mi punto aquí es que aquel que te creó quiere ser personal para ti, y no distante. Quiere completarte y satisfacerte en todo. Quiere involucrarse en toda área de tu vida. De tal forma que no necesites depender de nada por encima de eso.
Quizá estas palabras, dichas por una hermosa amiga llamada Ximena, te traigan claridad: “Dios esta construyendo una generación de mujeres que saben quiénes son, que su valor va más allá de un título, el peso y figura ideal, una posición o una etiqueta en la sociedad, de su estado civil, mujeres que no se comparen con otra mujer o con un hombre. Una generación de mujeres que saben que su valor está en lo que dice su Creador de ellas. Estamos completas en Él, somos lo que Dios dice que somos, podemos hacer lo que Él dice que podemos hacer. Esta no es una posición feminista, es mi posición en Cristo.”
¿Cómo recuperarse de una identidad rota?
Conociendo íntimamente a aquel que te creó. El te ama y anhela ser conocido por ti. Quiere darte una vida mas abundante y que de tu interior la vida fluya como ríos de agua viva.
Podemos conocer a alguien sin realmente conocerlo personalmente. De hecho, este fue el tipo de relación que tuve con mi Creador durante años. Fui a la iglesia, leí la palabra e incluso oré en su nombre. Pero realmente no lo conocí íntimamente. No hubo una conexión personal. No me daba cuenta de que Dios quería relacionarse conmigo
Cualquier cosa que nos defina nos controlará, pero Cristo dió su vida para que yo pudiera ser completa y suficiente en Él.
Romina